Apasionada Betty by Ada Miller

Apasionada Betty by Ada Miller

autor:Ada Miller [Miller, Ada]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1979-01-01T00:00:00+00:00


5

Betty se dejó caer en el ancho lecho vestida y sin despojarse de la pelliza.

—Te veo desorientada, Betty —comentaba Mickey al tiempo de quitarse la pelliza y acercarse a la joven a cuyo lado se sentó en el borde del lecho, inclinado sobre ella.

La besó cuidadoso en los labios, prolongando el beso con suavidad y ternura. Aquella joven le inspiraba mil cosas. Era apasionada y, sin embargo, se dominaba bien. Era sensitiva. Se le notaba todo.

—Sin duda —comentó dejando de besarla, pero mirándola a los ojos— has sufrido.

—No creas.

—¿Qué has hecho en tu vida además de ser la amante del marido de tu pariente Riti?

—Ser la amante de Nike.

—¿No hubo más hombres?

—Tú.

—Yo estoy siéndolo ahora —dijo riendo algo nervioso.

La despojó de la pelliza sin que la joven hiciera nada para ayudarle, ni oponerse. Después le palpó los senos con las dos manos y le deslizó los dedos por la camisa.

—Betty, ¿tienes ganas de llorar?

—No sé.

—¿Nunca has llorado?

—No, pero tampoco he reído demasiado. No quiero hacer un drama de mi vida, pero no he tenido motivos ni para ser feliz ni para ser muy desgraciada. He caminado por la vida dejándome empujar por ella. ¿Y tú?

—Yo dejé mi casa de Chicago a los diez años. Puede parecer estúpido, ¿verdad? Mi padre se quedó viudo y se casó a los dos meses. Me pareció horrendo ver a otra mujer ocupar el lugar de mi madre. Ahora me doy cuenta de que en vida de mi madre, mi padre tenía ya aquella amiga… Nadie me reclamó, ¿sabes? Me gustaba dibujar y hacía garabatos, en los ratos libres que me dejaba mi trabajo. Trabajé en toda clase de cosas. Desde vender periódicos, corretear por el barrio detrás de una pelota, a cargar barcos en los muelles de Nueva York, pero nunca dejé mi afición por los dibujos. Así que cuando en una ocasión encontré un trabajo fijo de dependiente de frutas, por las noches acudía a Bellas Artes y allí perfeccioné lo que luego sería mi trabajo fijo. No fue fácil la andadura, te lo aseguro, pero sí eficaz y eficiente mi experiencia. Nunca tuve amigos entrañables. Aprendí a desconfiar de todo. Y a la sazón salvo mi trabajo y las mujeres que conozco de vez en cuando, no hago otra cosa.

Al tiempo de hablar con sencillez y con voz algo ronca, le iba acariciando el pelo y deslizándole la mano por el escote.

—A ti —decía— siento que te deseo. ¿Me deseas tú a mí, Betty?

—No estoy segura.

—Podemos vernos con más frecuencia y si nos necesitamos, vivimos juntos. ¿Qué dices a eso?

—Puedo serte infiel.

—Si te apetece y lo eres, es que no me necesitas. Yo nunca pido fidelidad absoluta a una mujer. Si dos de distinto sexo se quieren y deciden vivir juntos, es por una razón convincente. Es que no se necesitaban ni se querían.

—¿Tú crees en el cariño verdadero? —preguntó Betty con voz baja.

Él rio. Tenía una risa alegre. Algo confusa en el fondo. Como un desgarro íntimo que afloraba a sus ojos y a su boca.



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